En noviembre de 2020, la guerra por el territorio del Nagorno Karabakh finalizó por un armisticio firmado por Armenia, Azerbaiyán y Rusia como garante de la paz en la región, enviando tropas para que actúen como fuerzas de paz. Pero el fantasma de la guerra sigue merodeando en el área en disputa. El 3 de agosto, un dron azerí atacó posiciones armenias, causando 3 muertos, con el pretexto de que tropas armenias habían intentado asaltar una posición sostenida por tropas de paz rusas.
Si bien el suceso ha sido condenado por distintos países, Azerbaiyán se encuentra frente a una oportunidad de oro de consolidar su dominio sobre el Nagorno Karabakh. Los 3 elementos que le dan una ventaja sobre Armenia son sus fuerzas armadas superiores, un contexto internacional caótico y una Armenia que no se ha podido recuperar de las pérdidas de la guerra del 2020. Visualmente, se ha podido registrar la pérdida de 255 tanques, 364 piezas de artillería y 39 sistemas antiaéreos.
Cabe recordar que Azerbaiyán libró la última guerra durante el contexto de las elecciones presidenciales estadounidenses, lo que movió el foco de atención de la prensa internacional. Ahora, tiene una gran ventana de oportunidad para continuar con su expansionismo, frente a la guerra de Ucrania, las tensiones en Taiwán y demás cuestiones de relevancia.
¿Aprovechará Azerbaiyán esta oportunidad para torcerle el brazo a una débil Armenia? Ya se ha visto en el último choque entre estos dos países que los drones operados por los azeríes han inclinado la balanza militar a su favor, ya que Armenia no cuenta casi con sistemas capaces de derribarlos.
Un posible obstáculo podría ser la mediación rusa, que busca mantener la estabilidad en la región. Pero ante a una situación estancada en el frente ucraniano, es probable que sus ojos estén en otro lado, por lo menos por un tiempo considerable. Gracias al apoyo turco, tanto militar como político, Azerbaiyán podría realizar una ofensiva estratégica para recuperar un territorio cuya disputa se remonta a la era de la Unión Soviética. Mientras tanto, Armenia podría estar entrando en sus horas más oscuras, frente a una crisis política, una economía en recuperación y unas fuerzas armadas cuyas heridas aún no cicatrizan.
Por Felipe Tamaño Wayar - Estudiante de Relaciones Internacionales en la Pontificia Universidad Católica Argentina.
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