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La IX Cumbre de las Américas: ¿un punto de inflexión?

Agustín Méndez


La relación de Estados Unidos con América Latina en las Cumbres de las Américas estuvo marcada por los altibajos. En la primera Cumbre de las Américas de 1994 en Miami, el continente era otro. Estados Unidos había recién emergido victorioso de la Guerra Fría y estaba consolidando su hegemonía en todo el globo. Por su parte, en Latinoamérica había cierta homogeneidad de intereses y objetivos con la potencia norteamericana, cristalizado en el Consenso de Washington. En este contexto fue que se definió que el foco de esta primera Cumbre sería la iniciativa de construir un Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA). Casi 10 años después, el proyecto del ALCA sería abandonado en la IV Cumbre de Mar del Plata, la cual estuvo caracterizada por la tensión entre los miembros e incluso la presencia de una “contracumbre” realizada en la misma ciudad.


La IX Cumbre de las Américas de Los Ángeles tenía como objetivo mostrar unidad en la región y retomar una actitud cooperativa entre Estados Unidos y los demás países del continente. Sin embargo, la ausencia de Venezuela, Cuba y Nicaragua a la cumbre, así como las posturas críticas frente a Estados Unidos que asumieron presidentes como López Obrador, Gabriel Boric o Alberto Fernández demostraron lo contrario.


La relación de Estados Unidos con la región está en un momento crítico. La falta de importancia estratégica de la región, sumado a la atomización de Latinoamérica en su conjunto ha resultado que, en general, Estados Unidos no ha presentado mucho interés en los problemas de la región más allá de las olas migratorias que llegan a sus fronteras. Para lograr un punto de inflexión, se debería idear una agenda que preste atención a las problemáticas y los intereses de todos los países de la región. Sin embargo, para lograr esto es imperioso que los países de Latinoamérica sean capaces de cooperar para proponer una agenda conjunta que tenga en cuenta las dinámicas propias de la región.


Actualmente, el continente americano se encuentra sumamente dividido. La situación es muy distinta a la de la primera década del siglo XXI, en la que la presencia de una gran cantidad de gobiernos progresistas en la región generó una inédita unidad latinoamericana, que se cristalizó en instituciones como la UNASUR. Sin embargo, con los cambios de gobiernos, las crisis económicas y la política de la Administración Trump , el continente sufrió una polarización y una división, que se tradujo en falta de cooperación y acciones conjuntas frente a los problemas de la región.


¿Podrá la Administración Biden recuperar los lazos entre Estados Unidos y Latinoamérica?, ¿Cuál es el papel que juega China en esta dinámica?, ¿Pueden las instituciones como la OEA o la CELAC superar la división regional?



Por Agustín Méndez - Estudiante de Relaciones Internacionales en la Pontificia Universidad Católica Argentina.

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