Túnez, considerado el país que mas éxito tuvo tras los hechos de la Primavera Árabe, se encuentra polarizado desde que el presidente, Kais Saied, declaro el Estado de excepción en 2021. A partir de entonces, comenzó ha invalidar las instituciones que suponen una contrapartida.
El martes 26 de julio, se sometió a consulta popular la constitución presentada por Saied, que quebranta el actual sistema parlamentario. La nueva constitución implica disminuir la división de los poderes, permitiendo la conformación un gobierno sin el consentimiento del Parlamento, y de los recursos para exigir la responsabilidad política o la destitución. Por otro lado, al no determinar las facultades de las Cámaras ni la ley electoral, Saied deberá sancionarla. Esto preocupa a la oposición porque, a pesar de que Saied lo ha desmentido, podría deshacer a los partidos.
Por su parte, la oposición rechazo la constitución y declaro la votación “ilegitima” al ser producto de un bajo indice de participación y por la ausencia de certezas en la protección de los derechos.
Según las autoridades electorales, el referéndum fue aprobado por el 94,6% de los votantes, los cuales comprenden sólo el 27,54% de los inscriptos. El alto índice de abstención pone de manifiesto no solo la debilidad de Saied, sino que también el malestar de la población.
En contraposición a anteriores elecciones, no se autorizó la presencia de cuerpos de expertos extranjeros que observen y validen la votación, a excepción de algunas ONG locales que denunciaron varias irregularidades. Ahora, Saied busca celebrar las elecciones legislativas del próximo 17 de diciembre. ¿Conseguirá Saied el apoyo de los tunesianos en las legislativas? ¿Se convertirá Túnez nuevamente en una dictadura? ¿Podrá la oposición evitarlo?
Por Victoria Farina - Estudiante de Relaciones Internacionales en la Pontificia Universidad Católica Argentina
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