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Primera reunión del Acuerdo de Escazú

Foto del escritor: Sebastián Uría MinaberrigaraySebastián Uría Minaberrigaray
Información, participación, y justicia ambientales en América Latina
 

Una de las grandes deudas de las democracias latinoamericanas es la participación de la sociedad civil, en particular de la juventud, en sus desafíos más acuciantes. Sin embargo, ciertos avances regionales nos acercan un futuro más prometedor.


A fines del pasado abril, se celebró en Santiago de Chile la primera Conferencia de las Partes (COP1) del Acuerdo de Escazú, destinado a promover el acceso de la ciudadanía a la información, la participación, y la justicia en materia ambiental. En ella se definieron los mecanismos de funcionamiento del Acuerdo entre los 12 países que ya lo ratificaron, entre ellos la Argentina.


La agenda ecológica es de vital importancia en nuestro continente, debido a la enorme biodiversidad del territorio que nos alberga y que, en la actualidad, peligra. Además, el derecho a un ambiente sano se conjuga con el derecho a la participación y el reclamo a nuestras autoridades; dos derechos que, en Latinoamérica, están lejos de cumplirse plenamente.


El avance que representa Escazú está en tensión con los procesos político-económicos que amenazan la naturaleza de la región. En Andalgalá, Catamarca, nuevas manifestaciones en contra de la megaminería fueron reprimidas, a días de la apertura de la Mesa Nacional sobre Minería Abierta a la Comunidad. Estas contradicciones desconcertantes son propias de un período de transición, donde es crucial definir con firmeza el rumbo que tomarán nuestros estados: progresión o regresión en materia ecológica.


América Latina está batallando por preservar su medio ambiente, que es nuestro hogar y el sostén de nuestras comunidades. El Acuerdo de Escazú puede sostener en el tiempo nuestros esfuerzos en pos de una economía que no ponga en peligro el ambiente que habitamos. Pero debemos recordar que, a menos que la sociedad civil se involucre, el futuro puede ser muy distinto del que deseamos.


Por Sebastián Uría Minaberrigaray - Estudiante de Relaciones Internacionales en la Pontificia Universidad Católica Argentina.

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