El caso de Ucrania en Eurovisión
El ganador de Eurovisión es elegido por el público y por un jurado compuesto por representantes de cada país participante, este año Ucrania se coronó con 631 puntos, sacándole más de 160 al segundo lugar.
Esta no es la primera vez en la que se utilizan eventos culturales con una doble significación, a lo largo de la historia hemos podido ser testigos del uso político del deporte y el arte.
Durante la Guerra Fría surgieron varios ejemplos donde se buscaba, por parte de EE. UU. y la Unión Soviética, imponer un mensaje de superioridad, y las competencias deportivas eran tomadas como verdaderas batallas. Esto se vio en la final de ajedrez de 1972, los boicots de los Juegos Olímpicos de Moscú de 1980 y Los Ángeles de 1984, y en la competencia para ver quién conseguía más medallas en los JJ.OO. de verano y de invierno.
El mundial de fútbol de 1978 es un ejemplo más cercano, la Junta Militar tenía como objetivo utilizar el evento para generar una buena imagen del régimen a nivel local e internacional, y el triunfo del equipo pretendió distraer a la población de la conflictiva realidad política del país.
Estos ejemplos nos muestran como detrás de estos eventos culturales que brindan alegría y distracción a los ciudadanos, hay una intención política que pretende que eso mismo suceda. Confirmándonos cuán atravesada está la política en todos los ámbitos de la vida.
El pasado sábado 14 de mayo se vivió en Italia la final de la competencia #Eurovision . El festival de la Canción de Eurovisión es un concurso musical anual en el que participan los países miembro de la Unión Europea de Radiodifusión.
Este año, el ganador, que contó con gran apoyo del jurado y del público, fue el grupo Kalush, que representó a Ucrania. Europa claramente dio un mensaje de apoyo ante la situación actual ucraniana, y esto nos lleva a pensar sobre el uso de eventos culturales internacionales como herramienta para enviar mensajes políticos.
Ahora, se suma al apoyo militar y económico que ha recibido Zelensky, un nuevo reconocimiento que representa la opinión de los ciudadanos europeos sobre el conflicto.
¿Es correcto apropiarse de actividades artísticas, culturales y deportivas para construir relatos políticos? ¿Es realmente posible separar al arte de la realidad política?
Por Josefina Cuerda - Estudiante de Relaciones Internacionales en la Pontificia Universidad Católica Argentina.
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